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 Breve reseña del Liceo A-10 “Manuel Barros Borgoño”

 
 
El Liceo Manuel Barros Borgoño nace a la vida pública un día 22 de enero de 1902 con el nombre de “Liceo de Hombres Nº 2 de Santiago”. Se comenta que era un edificio de color rojizo, distinción que le valió el apelativo de “casa de ladrillo”. Físicamente el establecimiento estuvo ubicado, en sus primeros años, en la calle San Francisco Nº 1150 y su primer rector fue don Luis Aurelio Pinochet, quien asume funciones a partir del 1 de abril del mismo año. Meses más tarde, el primer rector motivado por una gran admiración hacia la figura del doctor Manuel Barros Borgoño, solicita que el recién inaugurado Liceo de Hombres Nº 2 de Santiago, pase a llamarse: Liceo de Hombres “Manuel Barros Borgoño” como un homenaje a las virtudes y méritos excepcionales en el campo de la creación y la educación de tan destacado médico y profesor.
Definitivamente, por Decreto de Gobierno Nº 2403, del 2 de mayo de 1903, nuestro Liceo acoge el prestigioso nombre que lo identifica y lo distingue hasta nuestros días.
Retrocediendo un poco en el tiempo y hurgando en el pasado histórico, se comenta que durante algunos años, la calle San Francisco se llenó de inquietos espíritus infantiles y juveniles. Salían de sus aulas alegres, contentos por la jornada cumplida, y la mayor parte de esta incipiente juventud se dirigía caminando a sus hogares, ubicados en sectores aledaños.
Las antiguas calles Santa Rosa, Tarapacá, Copiapó, Serrano, Coquimbo, Diez de Julio y Ñuble; conformaban el entorno que cobijaba nuestro incipiente alumnado borgoñino de principios del siglo veinte. Había otros, los menos, que caminaban hacia la Alameda y tomaban el carro, frente a la Pérgola de las Flores, junto a la Iglesia de San Francisco.
A medida que avanzaba el siglo, el Liceo “Manuel Barros Borgoño” crecía en número de alumnos y cada año era más importante; en efecto, el local de la calle San Francisco se hacía cada vez más pequeño. Asimismo, en el año 1928 de la mano de don Julio Guerra Miranda y Ernesto Guzmán, se crea el himno oficial de nuestro liceo, el “Caminito sonoro”.
La familia borgoñina necesitaba una casa más amplia; un hogar digno de su prestigio y espacio. Consecuentemente, el 26 de enero de 1929 por Decreto Nº 172 se dispone el cambio del Liceo Manuel Barros Borgoño a su actual ubicación en calle San Diego Nº 1547. Conviene tener presente que en este edificio de ladrillos funcionaba la Escuela Normal de Preceptoras Nº 3 de Santiago.
De esta forma, el liceo quedó localizado en el conocido “Barrio Matadero”, ubicado al sur de Santiago y que recibe su nombre de la actividad ganadera y comercial, dado que allí se emplaza el matadero de la provincia de Santiago; en este lugar se sacrificaba todo tipo de animales para consumo de los habitantes de esta ciudad y; también existía comercio de hortalizas y verduras. De ahí viene la denominación de nuestro Liceo como “Universidad del Matadero”.
 Las primeras décadas del siglo XX, se caracterizaron desde el punto de vista social por el proceso histórico conocido como migración campo-ciudad. Nuestro liceo, naturalmente, no fue ajeno a este movimiento, y en las décadas del 20 y el 30, la población estudiantil se caracterizó por un importante contingente de alumnos que vivían en los márgenes de la ciudad, uno de ello, precisamente el Barrio Matadero. También en esta época, no sólo llegan inmigrantes nacionales, sino que también extranjeros, el liceo, de esta forma, se abre como una posibilidad de excelencia académica para los recién llegados. En las décadas de 1930 y 1940 es importante la migración judaica, que va a explicarse por la beligerante situación internacional. Estos estudiantes debían buscar un lugar para que sus hijos pudieran continuar su aprendizaje. El Barros Borgoño, un establecimiento laico y de excelencia era la elección obvia. Echando un vistazo a los libros de clases de aquella época, podemos apreciar un considerable crecimiento en el número de alumnos de origen hebraico.
La transición entre las décadas del 70 y el 80 está marcada por la administración de don Óscar Mery Azares, la que es considerada de manera casi unánime como la mejor administración de nuestra casa de estudios. El señor Mery se caracterizó por una gestión apegada a la comunidad borgoñina, gestión que sería replicada por sus sucesores en la década del 90, los que, junto con la comunidad entera, han sido capaces de mantener la tradición y la excelencia académica.
Podemos afirmar con legítimo orgullo que han transcurrido 107 años desde que nuestro Liceo se abrió un espacio en la vida nacional, en el mundo de la educación. Que  ha sabido insertarse en la dinámica y en los desafíos que exige el mundo moderno y la sociedad del conocimiento. Hoy, el Liceo Manuel Barros Borgoño sigue en pie, constituyéndose como un actor relevante dentro de la educación pública chilena. Es una institución que mantiene y mantendrá los valores que inspiraron a los pioneros que la vieron nacer y que creyeron en la aventura que representa la formación integral de la persona humana. Es un espacio para que jóvenes sin muchos recursos económicos puedan promocionarse social y culturalmente en nuestra sociedad, con una educación de excelencia y principios democráticos, para que como buenos ciudadanos sean partes del sostén de la Patria.